Si te casas conmigo follaremos todos los días
Supo vendérselo bien desde luego. Y es que ya no sabía como pedírselo, quería casarse con él a toda costa y finalmente le compró el anillo. Ese día en casa se puso de rodillas y mientras le caían las lágrimas le decía lo especial que era para él y que quería que se casaran. Le dijo que si por supuesto, en realidad ambos se querían y mucho. La mejor forma que ambos tenían de celebrarlo era con el sexo, nada mejor que eso. Fue así como comenzaron a quitarse toda la ropa y uno de ellos empezó a comerle la verga al otro, la cosa prometía. Poco después esos dos enamorados estaban follándose en el sofá, sabiendo que desde ese día iban a ser todos igual, follando sin parar.
Los dos se corrieron, y tras fundirse en un gran abrazo ambos sonreían y uno de ellos le susurraba al otro al oído que así serían todos los días.